Lo conoció en el sentido literal, y luego en el sentido bíblico. No había duda, era un hombre de malvavisco y chocolate.
La primera vez que lo probó fue por la boca, y despacito, porque pensó que se rompería o se derretiría. Después le mordió el cuello y le supo tan rico que le dio miedo cometer canibalismo. Lo llevaron con calma.
El chico era como suave en todo lo que le hacía para excitarla, incluso en aquellas cosas pervertidas.
Como en todas las historias, él la penetró a ella, dejándole un aroma a bombones en toda el alma.
Lo tomaron como un juego, porque eso de saber y oler a golosinas es medio tenebroso cuando de sexo o amor se trata.
Pero al final, la presión social les obligó a casarse y tuvieron un montón de mazapanes y paletitas.
domingo, enero 05, 2014
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