Estoy en el punto cero. Es difícil de explicarlo, pero volver a casa no significa que haya vuelto a mi hogar. Tiene uno que anidar un rato para no sentirse un extraño. Quizá tener dos o tres hijos en cada puerto para anclarse… no sé en realidad, ¿qué es lo que se debe hacer para no sentirse extranjero toda la vida? O es que las personas nos creemos árboles (no olvidamos que fuimos peces tampoco).
De repente odio un poco más lo que ya odiaba, de repente amo demasiado lo que ya amaba, y más raro aún, se amplía mi comprensión hacia esos polos. Comprendo un poco más, juzgo menos.
Sería bueno encontrar en mi ciudad a un monstruo que mitificara todo el sitio. Una leyenda que yo pudiera decir: "mira, mi ciudad alberga al primo de Nessy, pero sabe nadar sin agua". O bien, un superpoder de los habitantes que no fuera el de soportar altas y bajas temperaturas.
No hay hombre hoy. No habrá hombre del desierto que me abrace. Y estoy bien a pesar de ello. Crecí, supongo. Reconozco que he de necesitar un hombre a mi lado, aunque sobreviva sin uno.
Estoy en paz.
domingo, diciembre 22, 2013
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