Por imposible que parezca, no era un sueño erótico. Bueno, tal vez, pero un mundo muy literario.
Estuvimos platicando en todo momento sobre temas de actualidad. Que si la guerra, que si el petróleo, y que si China ya es la potencia mundial.
Tomábamos café y chocolate caliente en Plaza Catalunya y aunque lo reconocían nadie le molestaba por un autógrafo.
Daba gusto tenerlo de amigo, aunque en silencio yo estaba sorprendida por tener un colega tan guapo. Era de esa gente que nunca habla mal de nadie y que uno admira porque toman todo de manera positiva.
Le pregunté que si le gustaba el café en España:
-No hay como el café americano, por la mañana con leche semidescremada y azúcar morena, en una taza grande.
No podíamos estar más de acuerdo. Y va, que seguimos platicando de mujeres catalanas y sus costumbres. Hasta que me dijo: camina poco a poco a la estación, para que no te despiertes de golpe con el frío que hace.
Desperté hoy, tal cual lo indicó: lentamente. Y el dolor de garganta me ha dejado en paz.
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